lunes, 26 de septiembre de 2011

El castillo que hubo en Trabadelo

El castillo de Autares (I)

Aunque no existe tradición popular de la existencia de un castillo en el término de Trabadelo, lo cierto es que hubo uno en la Edad Media, llamado en los documentos de Santa María de Autares. Hoy en día hay guías o libros que casi dan a entender que todavía existe, por lo que hay gente que le suena el nombre; incluso unas conservas fabricadas en el pueblo se llaman "Castillo de Autares" La verdad es que actualmente no queda nada (o casi nada) de él, pero sabemos que se hallaba situado entre los ríos de Paradela y Valdelobas, en una altura llana llamada Chandabade y junto a un paraje denominado Aldares que conserva su nombre.

Hablaremos de él en cuatro partes: primero, su historia, después cómo se averiguó que estaba en Trabadelo, posteriormente sus características y por último unas cuantas fotos que ilustren lo dicho. Nos basaremos en dos estudios principalmente: Un artículo del año 1958 en la revista de historia "Archivos Leoneses" llamado Santa María de Autares. Situación de este antiguo castro de Justiniano Rodríguez y el libro Fortificaciones y feudalismo en el origen y formación del reino leonés (siglos IX-XIII) de José Avelino Gutiérrez González (Universidad de Valladolid,1995).





Chandabade desde las Médulas de Trabadelo. Aquí debió ubicarse el antiguo castillo de Autares.




MENCIONES HISTÓRICAS




Nos consta por el Itinerario de Antonino [1] entre otras fuentes, la existencia de una vía romana que a lo largo del Valcarce enlazaba Bergidum Flavium (Castro de la Ventosa en Pieros) con la ciudad de Lugo. El mencionado Itinerario señala a 16 millas de Bergidum el castro o núcleo poblado de Uttaris, nombre éste que el historiador Adolf Schulten en su libro "Los cántabros y astures y su guerra con Roma" opina pertenecer al ámbito geográfico de Asturia y derivar etimológicamente de Utta, Utto, Uttius que presupone ser nombres célticos. Así, la derivación Utt-ara, también céltica le parece ser cosa natural.


Damos por supuesto que la denominación latina Uttaris se identifica etimológicamente con el Utt-ara que Schulten admite como céltico, e igualmente suponemos que el Autares (Santa María de Autares) a que alude el documento real de 1072 que vamos a ver dentro de poco, no entraña desviación fonética sustancial respecto del Uttaris citado por el Itinerario. Y aún hemos de añadir que las designaciones Outares (1103), Octaris (1113) y Oteres (1121) no envuelven sino una evolución fonética normal de aquel nombre, por cuanto va en ello no solo la razón filológica, sino también la precisa indicación geográfica o de situación que las menciones apuntan de modo inconfuso.


El 17 de Noviembre de 1072, restablecido el rey Alfonso VI en el trono real leonés, por muerte de su hermano Sancho ante los muros de Zamora, se dispuso a remediar los males sin cuento que ocasionaba a los transeuntes y peregrinos de Compostela el pago abusivo del tributo y portazgo real, que al paso por el valle del Valcarce exigían los castilleros de Santa María de Autares. La concesión real se propuso en este acto suprimir el propio derecho regio de portazgo, que databa de tiempos antiguos, en expresión del texto real y con ello evitar los tremendos abusos cometidos en el pago.


El acto real debía responder a la exigencia y clamor de todo el pueblo, según constata el documento, hasta el punto que los términos de la concesión parecen atestiguar un auténtico pacto de justicia, en el que el rey se siente obligado por el clamor del reino y el bienestar de toda la cristiandad, sin descuidar por ello la mira de mostrar gratitud por haber recobrado el trono cuando menos lo esperaba, y de proclamar la tutela espiritual de Santiago, al que dice estar sujeta la tierra y el orden de toda España. Importa destacar que el portazgo que aquí se menciona como hecho real estaba confiado al titular del castillo de Santa María de Autares, y que éste se hallaba situado en las cercanías del puerto del monte de Valcarce, entre los dos ríos Burbia y Balboa.


Hay una preciosa confirmación de estos datos de situación en la donación que en 10 de Febrero de 1103, hallándose entonces en su palacio real de Cea, otorgó el mismo Alfonso VI, con el asentimiento y presencia de su esposa Isabel, a favor de la Iglesia de Compostela, a la que dio la mitad del burgo de Trabadelo, sito en el Valcarce, entre el castillo de Outares y el río Burbia. De nuevo insiste en la liberación de todo impuesto real.


Las menciones posteriores, contenidas en la "Historia Compostelana" [2] datan de 1113 y 1121 y hablan del papel que tuvo el castillo en las guerras civiles que siguieron a la muerte del rey Alfonso VI, tras ocupar el trono su hija doña Urraca. En 1113 se comenta que el castillo de Santa María de Octaris lo tiene Nepzano Gudesteiz y desde él se podía impedir la entrada a quienes intentaran penetrar en Galicia, pues habla del regreso del ejército gallego del obispo de Santiago Diego Xelmírez a Compostela tras la retirada de Berlanga y Carrión, lo que presupone el camino por el Valcarce, donde los condes Pedro de Traba y M. Peláez, compañeros de Xelmírez, recelaban de la animosidad de Nepzano Gudestéiz, señor de la fortaleza.


Por último, relatando dicha "Historia Compostelana" los episodios de la prisión de Xelmírez en el castillo de Orcillón y luego en el de Cira, la reina doña Urraca se propuso ganar tiempo y esperar la oportunidad de hacerlo trasladar al castillo de Santa María de Oteres, a cuyo fin se entrevistó en Compostela con su leal Juan Díaz. Se pusieron de acuerdo , según asegura la mencionada crónica, en que a la noche siguiente sería trasladado Xelmírez al repetido castillo, que está en Valcarce. Esto ocurre en 1121.



Miniatura medieval que representa a la reina Urraca I de León. Fuente: Wikipedia.



Y hasta aquí la historia. A partir del siglo XII nunca más (que se sepa) se vuelve a mencionar el castillo, que debió caer en el olvido y arruinarse, debido sobre todo a la cercanía del castillo de Sarracín, en la Vega de Valcarce, que hacía de centro administrativo del valle. Pero quede constancia de su importancia como centro donde se recaudaban peajes, como origen de Trabadelo (ver entrada de Noviembre de 2009) y como lugar en el que estuvieron implicados personajes históricos como Alfonso VI de León, su hija la reina Doña Urraca y el arzobispo de Santiago Diego Xelmírez. También anotemos el primer personaje que se sepa que vivió en el término de Trabadelo: el tal Nepzano Gudestéiz (de nombre tan curioso y extraño)


[1] antigua compilación de rutas del imperio romano del siglo IV, del que ya se habló en la entrada de marzo de 2009.
[2] crónica del siglo XII escrita en latín que recoge los hechos de Diego Xelmírez, arzobispo de Santiago de Compostela.


jueves, 8 de septiembre de 2011

Cuando cada vecino cocía su pan

Los hornos y el pan.

Hasta que los años 50 del siglo XX se fundó un negocio de panadería en el Pico del Lugar (actualmente cerrado; hoy en día pasan los panaderos de la Vega de Valcarce o Villafranca del Bierzo por las calles del pueblo), la gente tenía que elaborar el pan para el autoconsumo en hornos públicos. Estos hornos, al menos en tiempos recientes, no eran comunales o del concejo como pasaba en otros pueblos, sino que tenían dueño, llamado o forneiro o bien a forneira, y podían tener ayudantes o empleados. En Trabadelo existían fornos para cocer pan en la Casa da Huerta (en el Pico do Lugar), o Forno da Tía Pilar (un edificio actualmente en ruinas, en el Fondo do Lugar) y otro menor en la Casa de Pedro de Aurita. Paradela tenía su propio horno, en la casa do Canteiro. Estos lugares, que podían ser edificios o bien salas especiales dentro de una casa, contaban con horno incorporado (con bóveda situada fuera de la vivienda), lareira (hogar) donde se calentaba el agua de amasar y los útiles para cocer como caldera, maseira (artesa), mesas, palas, basoiros (escobas), etc., que eran propiedad del forneiro.

Para cocer el pan, una vez cada quince o veinte días aproximadamente se solicitaba turno al dueño del horno. Todas las actividades descritas a continuación se hacían in situ, aunque el interesado en cocer tenía que traer la harina, la levadura y la leña, que solía ser de uces (brezo), poniendo únicamente el dueño el agua caliente. Lo primero que había que hacer era preparar la masa; para ello había que mezclar los ingredientes en la maseira, la cual era de madera y que según el tamaño de la familia podía tener varios tamaños, hasta 2 metros de ancho. Los ingedientes eran: harina ( fariña, la mayoría de veces era de centeno, llamado popularmente en Trabadelo pan, y pocas de trigo), agua caliente, sal y formento (levadura, de la que ya se sabía la cantidad por cuartal) Se debía amasar enérgicamente la pasta con las manos y mientras tanto, el horno era caldeado con la leña de uces. La masa ya traba­jada se iba cortando a trozos en fogazas (hoga­zas) de similar tamaño y una vez hechas, se pasaban a una mesa llamada tableiro, con una manta por debajo donde el pan leldaba (fermentaba) El horno estaba suficientemente caldeado cuando por su boca o puerta salían llamas; era entonces cuando se barría o borrallo (ceniza) del horno con un basoiro, a fin de eliminar los restos de la anterior cocción para que el pan saliera limpio y bien presentado. Las hogazas eran introducidas en el horno con la pala y su cocción tardaba entre una y tres horas, dependiendo del tamaño o tipo. Una vez cocido el pan, había que realizar un pago al dueño del horno, llamado a fornaxe, el cual era en especie: una hogaza por los cuartales cocidos.

La fogaza era la única forma tradicional del pan, siempre de forma redondeada, con mucha miga y con corteza crujiente y tostada; aunque también se cocían bolos (bollos dulces) y empanadas. Recordar que eran las mujeres las que hacían todas estas actividades y que el hecho de cocer era una pequeña diversión y entretenimiento para los miembros de la familia que iban al horno, especialmente los niños, al tener que esperar. El pan así elaborado se conservaba en las casas particulares en una especie de armarios llamados cambeiras.




Bóveda exterior del horno de la Casa do Canteiro. Paradela.




Ruinas del Forno da Tía Pilar.